domingo, 20 de abril de 2008

Juventud Quechua-Lamas. Nuevos Retos.

Nuevos retos para la juventud Quechua-Lamas.

Notas a propósito de una visita al Centro “Waman Wasi”. Lamas. Abril 2008.

Grimaldo Rengifo Vásquez.

En la mañana del Jueves 17 de Abril, en el local del Centro “Waman Wasi” (WW) en Lamas, nos reunimos con el equipo de promotores de este núcleo de afirmación cultural andino-amazónico para explorar los caminos del acompañamiento a los jóvenes quechua-lamas que se desempeñan como chacareros, sea en su condición de solteros o de casados. Como es conocido los jóvenes quechuas de ambos sexos se casan tempranamente -la mujer cuando tiene 15 años y el varón a los 18 aproximadamente-. Para las familias indígenas, estas edades están consideradas como normales y usuales para iniciar una vida de pareja, y es común observar en las comunidades a jovencitas del sexo femenino cargando a su bebe.

La juventud rural que acompaña el equipo WW tiene mayoritariamente la condición de casados, tienen una familia, y como tal con deberes y derechos propios de cualquier adulto de la comunidad. En este sentido transitan de manera rápida este período de la vida, y se puede decir, aplicando los términos de la psicología, que evolucionan de modo repentino del período que se conoce como adolescencia hacia la adultez sin vivir de modo reposado y sin preocupaciones su vida juvenil. Será por ello que en pocas ocasiones las familias aluden a este período de la vida aplicando el sentido cronológico del término (18-29 años) sino un criterio más cualitativo.

Si aplicamos el criterio cronológico, éste sería, con datos de 1993, una aproximación sobre la realidad juvenil quechua-lamas en las 51 comunidades que la integran.

POBLACION CENSADA POR SEXO Y GRUPOS DE EDAD











Con 22 513 personas censadas constituyen el tercer grupo étnico amazónico en el Perú en importancia demográfica de acuerdo al censo de 1993, representando 9,39% de la población indígena (En primer lugar están los Ashánincas, luego los Awajún o Aguarunas) . Si observamos la población considerada cronológicamente joven – 20 a 29 años- vemos que lo constituyen 2,059 mujeres y 1795 varones. Si ampliamos esta cifra al rango de edades que va de los15 a 19 años constituido por 1,045 mujeres y 929 varones, la cifra de jóvenes es de 5,738 personas, que equivale al 25.4% del total de la población. Para la fecha de elaboración censal, la población femenina era mayor que la masculina. Por lo que se observa dicha tendencia parece haber variado pues se constata actualmente más jóvenes varones que mujeres. En todo caso, los datos nos revelan que estamos frente a un estrato importante de la población indígena.

Con criterios más bien endógenos, ser joven, además de ser alguien que está ya en condiciones de regenerar la vida, es ser una persona decidida, entusiasta, fiestera, inquieta, independiente, sin temores, con vitalidad y fuerza para hacer las cosas, deportista, y básicamente un explorador de la vida, un caminante, alguien que en la vida comunitaria coloca la nota de alegría, honestidad y desinterés en la vida cotidiana y en la búsqueda de nuevos mundos. En este sentido, si una persona cumple con estos criterios, es considerado, independiente de su edad, joven por sus familiares y allegados. El criterio cualitativo se impone sobre el cuantitativo, y cobra realidad el uso de un término así en la circunstancia de la vida de una persona si éste o ésta expresa este tipo de vinculaciones en la vida de su comunidad.

La juventud indígena quechua-lamas teniendo estos atributos no comparte empero una situación semejante en todas las 51 comunidades. Hay quienes todavía estudian, y quienes estudian y trabajan en la chacra, otros que trabajan exclusivamente fuera de la chacra en labores urbanas, y los hay aquellos y aquellas que están en la chacra y tienen en la agricultura y el asalariado agrícola temporal la fuente básica de su sustento. WW no ha realizado una encuesta local para saber el porcentaje de ellos y ellas para ubicar a cada quién en cada situación, pero al parecer, la mayoría se encontraría viviendo en sus comunidades dedicados a la vida agrícola.

De las 51 comunidades, sólo 15 de ellas han sido beneficiadas hasta ahora con el título de comunidades reconocidas en virtud de la ley de comunidades nativas que considera en dicho status a quienes tienen territorios de usufructo comunal, léase bosques. Por la aplicación ciega de la ley aquellas áreas boscosas que fueron territorios de libre acceso para todo el pueblo quechua-lamas, hoy sólo lo usufructúan las que son consideradas “comunidades reconocidas” por tener la ubicación del centro poblado en el lindero de éstas áreas. 36 de ellas quedaron fuera del reparto, y se ha abierto una división territorial, social y económica, en un pueblo que antaño tenía una unidad territorial.

Por esta situación la mayoría de las comunidades no tienen acceso a bosques –debido también al fenómeno dinámico de colonización andina-, y las propias áreas dedicadas a la agricultura han sufrido en el tiempo un recorte drástico por familia. De 50 has promedio por familia que existía en la generación pasada, en 12 de ellas, donde trabaja WW, el promedio ha descendido a 6.5 has, existiendo un sobre uso marcado de esta extensión que ha llevado a que el 15% del área esté en condiciones degradadas. Existe una notoria crisis económica y socio-cultural en estas comunidades.

Los jóvenes que viven estas realidades se han organizado en una asociación, y están planteando dos medidas para evitar la agudización de la crisis: la protección de las actuales áreas de las comunidades para evitar su gradual extinción, y la ampliación de la frontera agrícola y de bosques por reocupación de las áreas de libre acceso en particular de aquellas que se han convertido en áreas de conservación regional y privada.

Observan que sus actuales parcelas ya no producen para la manutención familiar, y peor aún, con los cambios climáticos muchas cosechas desaparecen como lo que ha ocurrido en el verano del 2007 donde no se recuperó en muchas áreas ni la semilla sembrada. Esta situación los ha obligado a depender cada vez más de la venta de su fuerza de trabajo a plantaciones comerciales de los colonos andinos y a migrar a la ciudad para poder tener ingresos adicionales y mantener a la familia. El futuro para ellos y sus hijos lo ven con incertidumbre y preocupación. “Qué tierras vamos a dejar a nuestros hijos” dijeron en la reunión que tuvieron el sábado 12 en la maloca del Centro WW.

De otro lado, la colonización desordenada del espacio amazónico por la población andina está poniendo en cuestión la integridad territorial de las actuales comunidades e incluso de las áreas de conservación regional pues los colonos sea por invasión o por compra están accediendo a superficies que antaño eran de usufructo de las comunidades indígenas. Estas situaciones más las explotaciones petroleras en territorio indígena les están llevando a una reflexión profunda y crucial sobre un problema de sobrevivencia que no advirtieron sus padres.

Los jóvenes indígenas de ambos sexos tienen que realizar, en este sentido, aprendizajes rápidos de todo orden. Tienen que saber del impacto ecológico causado por la explotación petrolera en territorio amazónico, particularmente en territorios indígenas, y ellos mismos calibrar su bondad o no, respecto a la conservación de los equilibrios medio ambientales de una ecología frágil como la amazónica. Tienen que saber de las leyes internacionales que protegen los derechos de los pueblos indígenas, conocer qué dicen las normas sobre la protección de sus bienes, la biodiversidad y el conocimiento ancestral. Y lo tienen que aprender en lecciones rápidas y a paso ligero porque sino pueden ser calificados por un presidente poco respetuoso de la realidad indígena de “perros del hortelano”, y por esta vía descalificar sus demandas, reprimirlos, u obligarlos a negociar con el poder imperial.

Como se ha erosionado la sabiduría de conversar con el bosque en vista de que sus comunidades no tienen áreas comunales, muchos de ellos y ellas tienen que volver al bosque para aprender de los abuelos la sabiduría para dialogar con los espíritus del monte y regenerar una relación saludable con éste. Tienen que aprender los oficios indígenas sobre las artes sanas, la música, las danzas, y la medicina tradicional. En fin, tienen que aprender a sembrar y comer diversidad porque en el poco territorio que tienen la diversidad escasea y las comidas se han vuelto dependientes del mercado.

Los jóvenes de hoy se hallan en una encrucijada única que requiere demasiados reflejos y buenos acompañantes para sortear con éxito las preguntas, los problemas, y las demandas de su sociedad. Les pide como nunca saber entender el proceso globalizador en curso al tiempo de profundizar su relación con los abuelos, de manera que su vida próxima se desarrolle conociendo el mundo de la modernidad y en paralelo afincarse en aquello que es suyo arraigando en sus espíritus el camino ancestral de su pueblo.

Desde el año 2007 los jóvenes de estas comunidades han emprendido muchas tareas, como el de organizarse, conocer nuevas realidades, y aprender los oficios de su pueblos. Han constituido la “Escuela de bosque” para aprender de sus abuelos las señas y secretos del diálogo con la naturaleza, y participar decididamente y de modo organizado en pasantías a otras comunidades y otras etnias, constituyéndose en un núcleo dinámico de regeneración cultural de su pueblo. Al WW le corresponde acompañar de modo paciente e inteligente los procesos emprendidos por esta juventud, encarrilando sus propuestas en el espíritu caminante y de conservación de sus comunidades que hoy anima a los jóvenes indígenas. Este ha sido el tema central de las charlas habidas en esa mañana fresca del Jueves 17 y de las cuales sólo he querido esbozar y comunicar aquello que mi recuerdo conserva.

Los Cipreses, Lima, Abril, 20, 2008.

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