¿Porqué el andino no hace con el bosque lo que hace con
Grimaldo Rengifo Vásquez
Waman Wasi, Lamas, Agosto 18, 2007
A propósito del SEPIA XII, esta pregunta volvió a surgir el miércoles 15 de Agosto del 2007 en el auditorio de
Decimos que volvió a surgir porque con anterioridad fue formulada en el auditorio de la escuela de postgrado de
Se observa en esta zona un patrón de ocupación en que la mayor parte del área se dedica a cultivos comerciales, a pastos, y muy poco a cultivos de autoconsumo. Estos migrantes tienen una historia de sólo 27 años, vinieron con el auge de la coca pero también del café que ahora siembran pues la coca ha casi desaparecido de esta zona. Observando el mercado de insumos alimenticios locales con lo que se observa en Chota o en cualquier provincia de Cajamarca no hay mucha diferencia, lo que dice mucho de las costumbres culinarias arraigadas en muchos de ellos.
Aunque no se puede extrapolar la cosmovisión de campesinos aymaras de Puno que acceden desde siempre a territorios en las yungas o en San Juan del Oro, o de los quechuas cuzqueños que van hacia Qosñipata o Madre de Dios, hacia los campesinos cajamarquinos, tampoco podemos decir que las diferencias son enormes. A juzgar por las lecturas de libros que producen los campesinos asociados a Bibliotecas Rurales en Cajamarca que provienen de historias propias del lugar, sumado a lo que conocemos de ellos, se puede afirmar que también éstos comparten algunos atributos de la cosmovisión andina: la concepción de que todo es vivo y persona, el mundo de parientes que comparten humanos y naturaleza, vinculado a la noción de Ayllu que está bien descrito en un testimonio de José Isabel Ayay en uno de estos libros. La vivencia de un mundo equivalente, y el de la chacra como el eje que anuda la vida de deidades, humanos y naturaleza, entre otros, son atributos que se comparten. La pregunta hecha por Claverías interroga sobre el porqué dicho respeto a la naturaleza no se mantiene en el espacio al que se migra.
Una primera respuesta es porque su concepción del mundo está asociada a la chacra y no al bosque. El amazónico ve y siente el mundo también como el andino, es decir, poblado de tres comunidades: la de los runas, la de la sacha o bosque, y la de las ánimas o espíritus. Pero esta generalización no ayuda mucho si es que uno no se detiene a percibir que el bosque o sacha (aunque probablemente sí el árbol) nunca estuvo asociado a la comprensión cotidiana de la vida andina. La relación cotidiana es con la tierra o Pachamama no es con el bosque.
Si bien en algunas comunidades andinas para saber las vocaciones de la tierra el comunero le “pregunta” a las plantas que crecen, ésta situación no es lo usual, más bien lo que existe en los Andes es toda una sabiduría para nominar suelos y saber su vocación agrícola que no encontramos en la vida del amazónico, éste para saber para qué sirve un suelo mira primero al árbol que crece en ella, luego sabe qué plantas cultivadas pueden crecer en éste. De modo que cuando el andino viene a
El amazónico puede vivir del bosque y del agua, y secundariamente de la agricultura. En algunas comunidades indígenas de
San Martín el año 40 tenía 150 mil habitantes, hoy se estima en 800 mil. De esos aproximadamente son de origen andino el 50% sino es más, si multiplicamos sólo por
Una segunda respuesta asociada a la primera está vinculada con la noción de espacio (o más bien de lugar) y territorio. Voy a llamar aquí espacio no al espacio cartesiano vacío, sino a la visión, vivencia, o sentimiento de la relación del humano con el mundo más que humano en que habita y desarrolla sus actividades, y por el cual cada cosa o persona tiene su sitio o lugar, y territorio a la relación entre mi valoración mental del lugar al que llego y lo que hago y construyo en él, es decir al habitat en que vivo. Territorio es la plasmación y construcción en terreno de la visión o comprensión de la relación del humano con el mundo más que humano que tengo.
Explicando la construcción de Putucus en Puno, Percy Arroyo, uno de los pocos arquitectos puneños dedicados a explorar sus raíces, nos decía que el Putucu, suerte de viviendas cónicas hechas de adobe y barro que todavía se aprecian en el camino de Juliaca a Moho, se construye allí donde no hace conflicto con el camino del viento, de las heladas, del granizo, y de las ánimas. Cada cosa tiene su lugar, el espacio no está vacío sino lleno, de modo que lo que existen son lugares, “locus”, localidad para cada cosa.
El habitante andino viene a la selva con su concepción de lugar y de territorio, y despliega donde encuentra esa concepción construyendo allí el hábitat que le es familiar y donde se siente cómodo. Esto puede tener luego sus arreglos y acomodos, dependiendo de los vecinos, pero así como traslada sus gustos culinarios, así traslada su vivencia de casa o “domo” al lugar donde llega y habita. Como se sabe la noción de wasi apenas roza el concepto de casa como lo conocemos, sino que integra la casa a la chacra; el wasi quechua, o uta en aymara, es una recreación de la chacra y del centro ceremonial.
Pues bien, en
Agrégase a ello el ingrediente que la historia colonial ha inducido en el comportamiento del andino respecto al selvático a quién aquel tilda de chuncho o salvaje cuando no de ingenuo. Lo que ya complica la situación. Todo esto lleva a que el monte o naturaleza para el andino sólo sean árboles, agua, mosquitos, y animales. Si a esto se añade el concepto de recurso explotable para designar al bosque, concepto muy aprendido en la escuela, y la noción cristtiano protestantede árbol como escondite del maligno, tienen Uds. el ingrediente perfecto del “homus colonizador”.
Por otro lado, mientras para el amazónico la casa tiene una relación con el bosque, la del andino es con la chacra, en los Andes las casas se divisan a lo lejos, en
Un tercer tema está asociado con las circunstancias socio-económicas del que llega. El migrante no viene como en la época previa a la invasión europea, a conversar, a intercambiar dones, a tomar su ayahuasca, a llevarse plumas, a cultivar su coca, a criar el oro, a llevar chontas y ajíes, etc, sino a explotar la naturaleza.
La naturaleza Amazónica es vista en estas circunstancias, y como dirían las feministas, como una suerte de útero vacío que hay que desbrozar y explotar, y hacerlo además en plazo corto para recuperar el capital invertido, si es que se ha traído algo de ello, y para hacerse de dinero a “como de lugar”. Para ello no hay otro modo que convertir a la naturaleza en recurso y luego en mercancía, y dedicarse, entre otras cosas, a los cultivos comerciales, y mejor todavía si hay una coyuntura de ayuda como la que proporciona
El cuarto tema hace relación con la apreciación que tiene el amazónico del migrante andino, item que nos remite a explorar el tema de las relaciones interculturales. Interculturalidad, o diálogo de cosmovisiones sólo es posible si las partes actúan en condiciones de equivalencia. Si algo caracteriza a las actuales relaciones es justamente la jerarquía, tanto entre humanos, como entre humanos y la naturaleza. Por alguna razón colonial, porque según Espinoza Soriano, en su texto sobre
Obviamente esta es una manera que puede tildarse de parcial, pues achaca todos los problemas a los migrantes. Según nuestro modo de ver lo que ha hecho el migrante actual, porque a decir verdad todos somos migrantes, tanto los que han venido hace diez años como los que hemos llegado hace 500 o 2,000 años, no es sino ampliar en cobertura e intensidad un fenómeno que venía ocurriendo en
Existe pues una variedad de situaciones que tienen como polos dos situaciones: la de comunidades o enclaves andinos en plena Amazonía, pasando por pueblos “mixtos” a otros donde sólo viven poblaciones de raigambre amazónica sean indígenas o mestizos. En todos ellos las apreciaciones de los migrantes por parte de la población local van desde el alejamiento y la crítica hasta la convivencia. Como no hay manera de revertir la historia de lo que se trata más bien es de acentuar la convivialidad antes que el conflicto del que los Awajun nos han dado una lección dolorosa. Como me decía Ciro Galvez en Pucallpa: “ya estamos aquí hermano, nos quieran o no, somos ya parte de esto”. Y cierto, no hay marcha atrás en esta historia y en lo que debiéramos invertir no es de ir tras el fenómeno y negarlo sino de marchar al compás de ella, abriendo posibilidades de diálogo de modo que los ejemplos que puedan venir tanto de un lado o de otro, sirvan para lograr una convivencia adecuada entre humanos y entre éstos y la naturaleza.
Considero que el tema teórico debe ir de la mano con la exploración de ejemplos prácticos. Rider Panduro ha trabajado desde el proyecto In Situ, y desde Choba Choba en este tema, y los textos publicados por
No hay comentarios:
Publicar un comentario