miércoles, 23 de abril de 2008

¿porqué el andino no hace con el bosque lo que hace con la Pachamama?

¿Porqué el andino no hace con el bosque lo que hace con la Pachamama?. Apuntes

Grimaldo Rengifo Vásquez

Waman Wasi, Lamas, Agosto 18, 2007

A propósito del SEPIA XII, esta pregunta volvió a surgir el miércoles 15 de Agosto del 2007 en el auditorio de la Universidad Nacional de Tarapoto, sede del evento: “El problema agrario en debate” que congregó a más de 70 investigadores agrarios del país y algunos del exterior. La pregunta al que trataremos de responder no fue tratada en los días previos que estuvieron concernidos a los tres temas de la convocatoria: Sociedad rural e industrias extractivas; Ganadería y sociedades ganaderas, y Dinámica de la agricultura moderna, sino por la tarde del 15 y que fue dedicado a la denominada “Mesa regional” momento en el que se desarrollaron 3 temas, uno sobre migraciones, que fue el que desarrollamos y que dio lugar a esta pregunta formulada por Ricardo Claverías, otro sobre sistemas agrarios, y uno tercero sobre un modelo matemático sobre planificación de uso del suelo.

Decimos que volvió a surgir porque con anterioridad fue formulada en el auditorio de la escuela de postgrado de la Universidad Nacional Agraria de la Selva con sede en de Tingo María, en Abril de ese año, sin que hasta ahora encontremos una respuesta adecuada. Ricardo Claverías, miembro del SEPIA piensa que se tiene que dar respuestas teóricas y prácticas a la pregunta. Lo que haré es un esquema inicial porque la cuestión toca a mi modo de ver cuatro temas por así llamarlos teóricos: el de las cosmovisiones o comprensiones del mundo del andino y del amazónico; el de las nociones de espacio y territorio; un tema socioeconómico asociado a la situación y visión del migrante, y un cuarto sobre las relaciones interculturales entre andinos y amazónicos. El asunto práctico debe explorar situaciones que van desde la construcción de enclaves andinos en la Amazonía como es el caso, por ejemplo, de Nueva Cajamarca, en Rioja, hasta situaciones donde el andino es parte de la comunidad amazónica sea ésta mestiza o indígena, como es el caso aquí en Lamas, con los quechuas del lugar.

La Amazonía peruana es ya una región andino-amazónica si lo vemos por el lado demográfico. A finales del 70 del siglo XX la tercera parte de la población de la selva alta había nacido fuera de la región. Del 76 al 91 la Selva Alta había recibido el 90% de la migración hacia la Amazonía. Para el caso de San Martín el año 81 había recepcionado más de 40 mil personas, y otro tanto el 91, años de los que se tiene alguna información. ¿Quiénes son los migrantes?, básicamente campesinos andinos, que para el caso de San Martín son de las provincias andinas del norte del Perú, principalmente de Cajamarca. Hicimos, para la presentación al SEPIA un artículo sobre el tema, y en una parte de éste relatamos la ocupación del suelo a partir de una muestra de 20 agricultores de una zona típicamente migrante de la provincia de Lamas: Libertad, ubicada a la margen del rio Mayo, entre Lamas y Moyobamba.

Se observa en esta zona un patrón de ocupación en que la mayor parte del área se dedica a cultivos comerciales, a pastos, y muy poco a cultivos de autoconsumo. Estos migrantes tienen una historia de sólo 27 años, vinieron con el auge de la coca pero también del café que ahora siembran pues la coca ha casi desaparecido de esta zona. Observando el mercado de insumos alimenticios locales con lo que se observa en Chota o en cualquier provincia de Cajamarca no hay mucha diferencia, lo que dice mucho de las costumbres culinarias arraigadas en muchos de ellos.

Aunque no se puede extrapolar la cosmovisión de campesinos aymaras de Puno que acceden desde siempre a territorios en las yungas o en San Juan del Oro, o de los quechuas cuzqueños que van hacia Qosñipata o Madre de Dios, hacia los campesinos cajamarquinos, tampoco podemos decir que las diferencias son enormes. A juzgar por las lecturas de libros que producen los campesinos asociados a Bibliotecas Rurales en Cajamarca que provienen de historias propias del lugar, sumado a lo que conocemos de ellos, se puede afirmar que también éstos comparten algunos atributos de la cosmovisión andina: la concepción de que todo es vivo y persona, el mundo de parientes que comparten humanos y naturaleza, vinculado a la noción de Ayllu que está bien descrito en un testimonio de José Isabel Ayay en uno de estos libros. La vivencia de un mundo equivalente, y el de la chacra como el eje que anuda la vida de deidades, humanos y naturaleza, entre otros, son atributos que se comparten. La pregunta hecha por Claverías interroga sobre el porqué dicho respeto a la naturaleza no se mantiene en el espacio al que se migra.

Una primera respuesta es porque su concepción del mundo está asociada a la chacra y no al bosque. El amazónico ve y siente el mundo también como el andino, es decir, poblado de tres comunidades: la de los runas, la de la sacha o bosque, y la de las ánimas o espíritus. Pero esta generalización no ayuda mucho si es que uno no se detiene a percibir que el bosque o sacha (aunque probablemente sí el árbol) nunca estuvo asociado a la comprensión cotidiana de la vida andina. La relación cotidiana es con la tierra o Pachamama no es con el bosque.

Si bien en algunas comunidades andinas para saber las vocaciones de la tierra el comunero le “pregunta” a las plantas que crecen, ésta situación no es lo usual, más bien lo que existe en los Andes es toda una sabiduría para nominar suelos y saber su vocación agrícola que no encontramos en la vida del amazónico, éste para saber para qué sirve un suelo mira primero al árbol que crece en ella, luego sabe qué plantas cultivadas pueden crecer en éste. De modo que cuando el andino viene a la Amazonía el bosque le es ajeno pues lo que desea es encontrar una relación rápida y concreta con la tierra del que está acostumbrado a vivir.

El amazónico puede vivir del bosque y del agua, y secundariamente de la agricultura. En algunas comunidades indígenas de la Amazonía baja el 80% de la comida viene del bosque y del agua. Pero esta relación no se extrapola para el andino. Las consecuencias son obvias, el bosque debe ceder su lugar a la tierra cultivable con el cual la relación del andino es estrecha. Por este modo de ver, pero no únicamente por esto, se está produciendo un desbosque inusual de la Amazonía.

San Martín el año 40 tenía 150 mil habitantes, hoy se estima en 800 mil. De esos aproximadamente son de origen andino el 50% sino es más, si multiplicamos sólo por 5 hectáreas el área ocupada por cada uno de ellos, pues algunos tienen mucho más, observaremos que la cifra de deforestación es abultada. Y es que muchos de éstos migrantes andinos desboscan toda la superficie, no dejan bosque ni hacen, como dicen los quechuas-lamas, “purma”, es decir no dejan que se regenere el bosque secundario.

Una segunda respuesta asociada a la primera está vinculada con la noción de espacio (o más bien de lugar) y territorio. Voy a llamar aquí espacio no al espacio cartesiano vacío, sino a la visión, vivencia, o sentimiento de la relación del humano con el mundo más que humano en que habita y desarrolla sus actividades, y por el cual cada cosa o persona tiene su sitio o lugar, y territorio a la relación entre mi valoración mental del lugar al que llego y lo que hago y construyo en él, es decir al habitat en que vivo. Territorio es la plasmación y construcción en terreno de la visión o comprensión de la relación del humano con el mundo más que humano que tengo.

Explicando la construcción de Putucus en Puno, Percy Arroyo, uno de los pocos arquitectos puneños dedicados a explorar sus raíces, nos decía que el Putucu, suerte de viviendas cónicas hechas de adobe y barro que todavía se aprecian en el camino de Juliaca a Moho, se construye allí donde no hace conflicto con el camino del viento, de las heladas, del granizo, y de las ánimas. Cada cosa tiene su lugar, el espacio no está vacío sino lleno, de modo que lo que existen son lugares, “locus”, localidad para cada cosa.

El habitante andino viene a la selva con su concepción de lugar y de territorio, y despliega donde encuentra esa concepción construyendo allí el hábitat que le es familiar y donde se siente cómodo. Esto puede tener luego sus arreglos y acomodos, dependiendo de los vecinos, pero así como traslada sus gustos culinarios, así traslada su vivencia de casa o “domo” al lugar donde llega y habita. Como se sabe la noción de wasi apenas roza el concepto de casa como lo conocemos, sino que integra la casa a la chacra; el wasi quechua, o uta en aymara, es una recreación de la chacra y del centro ceremonial.

Pues bien, en la Amazonía los lugares también existen y cada quién ocupa su lugar. La chacra, los runas y los espíritus del monte tienen su sitio. Pero para ver el camino de la helada como para apreciar el camino del chullachaqui tienes que ser del lugar, sino no los aprecias. Si nadie te guía en ello, no los ves, pero si además de no verlos porque no es tu cultura, lo que te cuentan los selváticos son historias míticas, como lo son las historias andinas de la pachamama para el selvático, se da un no diálogo de cosmovisiones, un conflicto no explícito de carácter intercultural.

Agrégase a ello el ingrediente que la historia colonial ha inducido en el comportamiento del andino respecto al selvático a quién aquel tilda de chuncho o salvaje cuando no de ingenuo. Lo que ya complica la situación. Todo esto lleva a que el monte o naturaleza para el andino sólo sean árboles, agua, mosquitos, y animales. Si a esto se añade el concepto de recurso explotable para designar al bosque, concepto muy aprendido en la escuela, y la noción cristtiano protestantede árbol como escondite del maligno, tienen Uds. el ingrediente perfecto del “homus colonizador”.

Por otro lado, mientras para el amazónico la casa tiene una relación con el bosque, la del andino es con la chacra, en los Andes las casas se divisan a lo lejos, en la Amazonía se esconden en la espesura del monte, ambos se sintonizan con el paisaje, pero cuando traslada su visión de wasi al monte, el resultado son centros poblados donde entre casa y casa la visibilidad no es perturbada por el bosque. El andino ve su chacra y sus animales desde su casa, el amazónico no. El resultado es obvio. El tema es también de seguridad, si el bosque no le es conocido y amigo, y sólo lo son los humanos, lo que quieres ver son sólo humanos para reforzar tu seguridad en el espacio donde estás. Y hasta que seas amigo del bosque puede tomar toda una generación y para cuando ello llegue ya no habrá lupunas y ajosachas con quien conversar.

Un tercer tema está asociado con las circunstancias socio-económicas del que llega. El migrante no viene como en la época previa a la invasión europea, a conversar, a intercambiar dones, a tomar su ayahuasca, a llevarse plumas, a cultivar su coca, a criar el oro, a llevar chontas y ajíes, etc, sino a explotar la naturaleza. La Amazonía ya no es el “Chaco andino”, una zona temporal de caza y recolección para el andino, y donde “chaquear” y criar el monte de vez en cuando era la norma, sino ahora, dadas las circunstancias del desarrollo del capitalismo y de las ideas de progreso, viene a hacer suyo la ideología del colono europeo: la conquista del Perú (ahora) por los peruanos. El andino dialogante se ha convertido así en colono de su propio país.

La naturaleza Amazónica es vista en estas circunstancias, y como dirían las feministas, como una suerte de útero vacío que hay que desbrozar y explotar, y hacerlo además en plazo corto para recuperar el capital invertido, si es que se ha traído algo de ello, y para hacerse de dinero a “como de lugar”. Para ello no hay otro modo que convertir a la naturaleza en recurso y luego en mercancía, y dedicarse, entre otras cosas, a los cultivos comerciales, y mejor todavía si hay una coyuntura de ayuda como la que proporciona la AID y de otras agencias internacionales para los llamados cultivos alternativos. Por eso los “paisas” tienen para el indígena local el calificativo de “ambiciosos”.

El cuarto tema hace relación con la apreciación que tiene el amazónico del migrante andino, item que nos remite a explorar el tema de las relaciones interculturales. Interculturalidad, o diálogo de cosmovisiones sólo es posible si las partes actúan en condiciones de equivalencia. Si algo caracteriza a las actuales relaciones es justamente la jerarquía, tanto entre humanos, como entre humanos y la naturaleza. Por alguna razón colonial, porque según Espinoza Soriano, en su texto sobre la Amazonía, esta superioridad del andino respecto al amazónico o sacharuna no se manifestaba antes de la invasión europea, existe una percepción andina del amazónico como gente sin espíritu de progreso, chuncha e incivilizada. Y como vimos, si a ello se agrega la concepción de una naturaleza sierva a la que hay que conquistar y subyugar, mentalidad moderna atizada por el espíritu del progreso que la escuela activa y promueve, las posibilidades de diálogo inter cultural se hallan más en el horizonte lejano que una cuestión previa.

Obviamente esta es una manera que puede tildarse de parcial, pues achaca todos los problemas a los migrantes. Según nuestro modo de ver lo que ha hecho el migrante actual, porque a decir verdad todos somos migrantes, tanto los que han venido hace diez años como los que hemos llegado hace 500 o 2,000 años, no es sino ampliar en cobertura e intensidad un fenómeno que venía ocurriendo en la Amazonía desde la época de los booms, siendo el más sonado el del caucho. Los quechua-lamas no han estado exentos de esta dinámica del que también fueron partícipes en la década del 60 con la ampliación del cultivo del café del que Lamas parece haber sido un productor tradicional desde mitad del siglo XX. Lo que pasa es que mientras había eso que los economistas llaman “capital natural” se podía “ad infinitum” ampliar la superficie de las chacras, pero ahora que la ocupación amazónica en el Perú alcanza el borde mismo de las fronteras, ese guión ya no funciona, y le empezamos a achacar a los “migrantes” todos los males del que sufrimos en especial de la falta de agua, de los cambios climáticos, y de las propias broncas callejeras. Pero esto ya había existido, como se dice, desde antes.

Existe pues una variedad de situaciones que tienen como polos dos situaciones: la de comunidades o enclaves andinos en plena Amazonía, pasando por pueblos “mixtos” a otros donde sólo viven poblaciones de raigambre amazónica sean indígenas o mestizos. En todos ellos las apreciaciones de los migrantes por parte de la población local van desde el alejamiento y la crítica hasta la convivencia. Como no hay manera de revertir la historia de lo que se trata más bien es de acentuar la convivialidad antes que el conflicto del que los Awajun nos han dado una lección dolorosa. Como me decía Ciro Galvez en Pucallpa: “ya estamos aquí hermano, nos quieran o no, somos ya parte de esto”. Y cierto, no hay marcha atrás en esta historia y en lo que debiéramos invertir no es de ir tras el fenómeno y negarlo sino de marchar al compás de ella, abriendo posibilidades de diálogo de modo que los ejemplos que puedan venir tanto de un lado o de otro, sirvan para lograr una convivencia adecuada entre humanos y entre éstos y la naturaleza.

Considero que el tema teórico debe ir de la mano con la exploración de ejemplos prácticos. Rider Panduro ha trabajado desde el proyecto In Situ, y desde Choba Choba en este tema, y los textos publicados por la ONG a la que pertenece: “Choba Choba”, ofrecen ejemplos prácticos de relaciones sustentables entre campesinos, chacra y bosques, como incluso reconceptualizaciones al tema como aquello de señalar que los andinos y amazónicos: “no somos migrantes, sino caminantes”, y si es como él indica, no se trata de caminar, como quería el poeta, con eso de que se hace camino al andar, sino al ritmo y por la ruta hechas por nuestros mayores, porque la verdad, aquí en la Amazonía hasta el Chullachaqui, un antiguo nuestro, a pesar de tener sólo un pie como el humano y el otro como la naturaleza le confirió, camina “duro y parejo” hasta al punto de que si no sabemos conversar con él, nos hace “errar” el camino. Savia enseñanza de que aquí estamos para acompañar y ser acompañados y no para colonizarnos los unos con los otros.

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